Jesús Karabalí.
Educador Popular – Universidad del Valle, Cali,
Colombia.
Máster - Ciencias Políticas - Instituto de
Altos Estudios Europeos de Madrid.
Máster - Relaciones Internacionales y Estudios
Africanos - Universidad Autónoma de Madrid
Doctorando - Antropología y Estudios de África
y Asia - AUM
«Las únicas lenguas a las que Antonio dio valor
fueron las de las diferentes metrópolis. Tenía la mente colonizada, consideraba
que para que le vieran como a un igual tenía que perder toda la riqueza que le
hacía diferente».
(Fragmento tomado del libro Hija del camino).
«Durante
mis primeras semanas en Córdoba había tenido dos objetivos claros: seguidos por
una parte coma ubicarme para encontrar información de cara a retomar mis
estudios; por otra coma tejer una red de contactos con los que intercambiar
ideas, recibir nuevos estímulos y crecer».
Sani
Ladan
(Fragmento tomado del libro La luna está en Duala).
Una de las cosas que más me ha hecho
sentirme orgulloso en los últimos años, ha sido leer a gente que he conocido en
algún capítulo de mi vida. Gente que narra con y desde el alma, labor que
muchas y muchos jamás en la vida nos atreveríamos a hacer, por dos motivos
fundamentales. Primero, porque probablemente no poseemos las habilidades para
escribir en el formato en que ellos escriben. Segundo, porque no todos estamos
dispuestos a escudriñar páginas del pasado que pudiesen despertar algunos
demonios y tempestades que creíamos superadas.
Estas dos voces —hijas auténticas de Afrika—
narran para denunciar las atrocidades de la migración, narran también para
llevar una voz de esperanza, y también narran contra las y los migrantólogos,
aquellos que se autoproclaman como las únicas voces autorizadas para hablar
sobre la migración e inmigración desde marcos teóricos racistas, que poco o
nada ayudan a comprender las realidades de las hijas e hijos de Afrika y de su
diáspora.
La «hija del camino» que nos presenta
en su majestuosa obra Lucía Asué Mbomío, expone, devela y cuestiona —entre
otras cosas— uno de los tantos rostros de Europa; el racismo. El cual se
enmascara y robustece vociferando y alardeando sobre una única identidad
europea, la cual se empeña en acentuarse desde la blanquitud, olvidando que
“Europa primero fue negra”.[1] La hija del camino es la
que constantemente debe enfrentar los prejuicios raciales, la que tiene que
escuchar en su día a día que es una invasora y extranjera en la tierra donde
nació, la misma tierra que fue poblada hace más de cuarenta mil años por sus
ancestras y ancestros. La hija del camino es la que narra sobre ese sector de
la España facha-nazi, franquista y ultraconservadora. La hija del camino es la
que se niega a adaptarse, y más bien, desarrolla estrategias de supervivencia. La
hija del camino es la que nos obliga a recordar a la poderosa Sojourner Truth[2] cuando preguntaba al
esclavista por allá en 1851: «acaso no soy una mujer».[3] Y es que la hija del
camino se ve imbuida en múltiples identidades. El tener que enfrentarse a puño
limpio con un chico blanco, automáticamente la transforma en otro chico. Ya que
probablemente su rival (un chico blanco) se lo pensaría dos veces, si su
contrincante fuese una chica blanca. Pues a esta sí le reconocería y respetaría
su estatus o categoría de «mujer».
En el fondo, muchas y muchos llevamos
dentro una hija del camino.
Leyendo a Sani Ladan, creo entender,
que nos advierte en las primeras puertas de «La luna está en Duala», que antes
de abrir las siguientes puertas, tomemos un tiempo para reflexionar sobre
cuestiones del ser. Cuestiones que pueden despertar múltiples sentimientos;
rabia, dolor, ansiedad o tristeza.
Sani Ladan, es un hijo del camino (que
sale de Camerún) irreverente, intrépido y audaz, que nos ha hecho recordar que
la luna está en Duala, pero la luna también está en el Pacífico colombiano, en
Dakar, Marrakech, Kinshasa o Malabo. La luna está en todas partes. Y es que no
nos equivocábamos cuando en nuestra infancia en el Pacífico colombiano,
creíamos que la luna nos seguía a todas partes. Caminando hacia atrás o hacia
adelante, la luna siempre nos seguía.
Sani en su colosal obra; «La luna
está en Duala», nos hace recordar que «somos negros» cuando salimos de nuestro
lugar de origen, el cual está poblado en su mayoría por gente negra. Sani narra
que, al llegar al norte de la Madre Tierra, Afrika, se enteró que era negro,
pero se enteró que era el negro que ha diseñado y fabricado la supremacía
blanca. —A muchos nos ha tocado enterarnos de que somos este tipo de negros—. Allí
en el norte de Afrika, Sani no era «el negro fundador de las primeras
civilizaciones»[4].
Él era el negro delincuente, el mal oliente, el iletrado. Ese negro que ni tan
siquiera tiene el estatus de ser humano, porque ha sido reducido a un simple
cuerpo. Sí, a un cuerpo negro, sin alma, sin espíritu. Ese es el «negro que ha
construido la supremacía blanca desde la antigua Roma y Gracia»[5], pasando por Asia hasta
llegar al norte del continente Madre, Afrika. Y reitero, a muchos nos ha tocado
enterarnos de que somos este tipo de negros. Conviene recordar que, «todo el
norte de Afrika fue poblado en sus inicios por gente negra»[6]. Claro que es un choque
cultural, pero en este caso yo lo llamaría un choque racista, ya que te hacen sentir
como el invasor, el extranjero en tu propio continente.
Sani es ese hijo del camino buscador
de sueños, el buscador de conocimiento, de sabiduría, el que siempre está consciente
de que la luna (su madre) está en Duala. El que nos recuerda en su obra, lo que
decía el maestro Mbuyi Badi Kabunda; «Afrika necesita una segunda
descolonización». Sani en su obra nos recuerda que Afrika es el principal
destino de las y los africanos. También nos recuerda que las mafias de
traficantes de seres humanos africanos están dentro de Afrika, pero también
están en territorio europeo y tienen rostros blancos.
A veces somo como esa hija del camino
que constantemente cree que la luna está en Duala. Debemos seguir escuchando
las voces de Afrika.
[1] Anta D.
Cheikh. (2012). Naciones Negras y Cultura. Biblioteca de Estudios Africanos.
Casa África. Edicions bellaterra.
[2] Sojourner
Truth. Nueva York, c. 1797 - Battle Creek, Míchigan, 26 de noviembre de 1883.
[3] Discurso
pronunciado en 1851 en la "Convención de los derechos de la mujer de
Ohio", en Akron, Ohio.
[4] Anta D. Sheikh. The African origin
of civilization: myth or reality. 1974. Lawrence Hill. Chicago. USA.
[5] Isaac, B. (2013). The
Invention of Racism in Classical Antiquity. (Course Book ed.). Princeton:
Princeton University Press.
[6] Anta D. Sheikh. The African origin
of civilization: myth or reality. 1974. Lawrence Hill. Chicago. USA.
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