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Impacto de la ayuda oficial para el “desarrollo” en África: ¿Habrá luz al final del túnel?


Jesús Carabalí[1]            

Introducción
          En el discurso público es frecuente escuchar que África es un continente enfrascado en la pobreza por causas netamente endógenas, tales como la corrupción, el alto número de infectados con VIH, el terrorismo o las guerras entre tribus, también denominadas como conflictos étnicos. Sumado a eso, también hace mucho eco, que África es un continente que para medio subsistir depende estrictamente de la ayuda internacional. Este documento tiene como objetivo hacer un análisis sobre la ayuda extranjera, también conocida como AOD (Ayuda Oficial al Desarrollo)[2], que ha recibido África y el devenir de la misma hacia una posible ruta, con el objetivo de salir de la pobreza en la que ha sido sumergido el continente africano.
Situación de África en la actualidad  
          África es el segundo continente más grande con alrededor de 30.3 millones de km2[3] y es el segundo continente más poblado del mundo con alrededor de mil 300 millones de habitantes.[4] Un dato que llama mucho la atención, de acuerdo con Abdoulie (2012), es que la población promedio de África es la más joven de todos los continentes. La edad promedio en 2012 fue de 19.7, cuando la edad media mundial fue de 30.4.  África cuenta con 54 países y la mayoría de las instituciones que se dedican a investigarla, lo hacen separándola en dos territorios: África del norte y África subsahariana.
          Según el Banco Mundial (2018) el crecimiento económico de África al sur del Sahara continúa recuperándose de manera continua. Se espera que llegue a 3,1 % en 2018, y promedie 3,6 % en el periodo 2019-2020. Por otra parte, en la Unión Económica y Monetaria del África Occidental (UEMAO) se seguirá observando un sólido crecimiento, apoyado por inversiones en infraestructura liderado por Costa de Marfil y Senegal. Hay mejores perspectivas de crecimiento en la mayor parte de África oriental debido al desarrollo agrícola tras las sequías y el repunte del crédito del sector privado.
          El mismo informe del Banco Mundial (2018), devela que los niveles de deuda pública están aumentando, lo que podría poner en peligro la sostenibilidad de la deuda en algunos países. Si bien en 2018 el crecimiento del producto interno bruto (PIB) per cápita de la región fue positivo, aún es insuficiente para reducir la pobreza de manera significativa.
          Se estima que el continente africano posee el 90% del cobalto del mundo, el 90% de platino, el 50% de oro y un tercio de uranio. La República Democrática del Congo tiene el 70% del coltán del mundo, también tiene más del 30% de las reservas de diamantes.[5] Vale la pena mencionar la riqueza petrolífera de Nigeria, Angola y Libia.
          Hemos observado que África representa en promedio tan solo el 3 % de la economía mundial. Teniendo en cuenta toda la riqueza que posee, esto refleja una gran contradicción, es por ello que África es catalogado como un continente subdesarrollado cuando se le compara con Europa, América del Norte o los gigantes asiáticos.
          Un informe de OXFAM (2016) destaca que hay una creciente brecha entre ricos y pobres en África, además prácticamente la clase media no existe. En cambio, los beneficios del crecimiento económico se acumulan con demasiada frecuencia en una pequeña minoría. El mismo informe advierte que el número de millonarios africanos ha aumentado en casi un 50 por ciento en cinco años. Las 10 personas más ricas de África tienen ahora una riqueza combinada equivalente al PIB de Kenia, en contraste, el número de personas que viven en la pobreza en África ha aumentado en 50 millones desde 1990.
         Entre tanto, Kabunda (2008) sostiene que, en el sistema internacional globalizado, África está en la periferia de la economía y de la política globales, tanto en la nueva división internacional del trabajo como en la nueva configuración internacional del poder. El autor enfatiza que la globalización supone, para los países del África Subsahariana, adoptar como programas de desarrollo, enmarcados en la reducción drástica de los gastos sociales y las leyes del mercado. Es decir, la desregulación profesada por el ”Consenso de Washington”, las privatizaciones, los PAE, un mínimo de Estado sustituido por las instituciones financieras internacionales y de capitales occidentales, convertidos en pilares del “gobierno invisible” o del imperialismo occidental.
La Ayuda Oficial al Desarrollo en cifras
          Los diversos proyectos agenciados para ayudar a África han tenido como principales objetivos la guerra contra el terror, la democratización, ayuda a los Estados fallidos, detener la migración ilegal, enfermedades contagiosas o endémicas e infraestructura. Todo eso va encaminado a sacar a África del subdesarrollo, es decir a intentar ponerla al nivel de las potencias occidentales y orientales.   
          Oya y Pons-Vignon (2010), sostienen que el África subsahariana recibe actualmente la mayor proporción de Asistencia Oficial para el Desarrollo (AOD) del mundo, con aproximadamente un tercio de los flujos netos totales de AOD. Los autores resaltan, además que África es también la región líder en ingresos de ayuda en términos per cápita. Un número significativo de países se puede clasificar como “dependientes de la ayuda” en el sentido de que ésta representa el 15% o más de su RNB (Renta Nacional Bruta). Podemos evidenciar que los Estados africanos sufren de lo que se ha denominado el “complejo de ayuda”, que incluye las diversas instituciones internacionales y nacionales que financian y ejecutan proyectos de ayuda, los flujos financieros y en especie.
          Las categorías denominadas “dependientes de la ayuda” y “complejo de ayuda” están relacionadas con la categoría protección social.  El Banco Mundial la define como un conjunto de medidas que apoyan a los miembros más pobres y vulnerables de la sociedad. En ese orden de ideas se implementan planes que incluyen intervenciones en el mercado laboral, asistencia social y programas para ayudar a las personas necesitadas, especialmente a los grupos vulnerables (MDG Report, 2011). Dicho en otras palabras, África es el continente que más necesita de la protección social de las potencias mundiales.
          De acuerdo con OXFAM (2016), la AOD bilateral para África subsahariana fue de 24 mil millones de US $. (p.19). Entre tanto Weeks, (2017) señala que desde 1980 hasta 2001 la AOD a la región subsahariana fue de 300 millones de US $. Y de acuerdo con Colom a nivel global, en 2008 se alcanzó la mayor cifra de la historia en AOD:  119.800 millones de US $. De éstos, cerca de 40.000 correspondieron a África, el doble que en 1999.
          Una de las grandes preocupaciones de las potencias occidentales, concretamente Estados Unidos, es la ayuda que China está proporcionando a África, debido a que el gigante asiático se ha convertido en el principal inversor extranjero en el continente, desplazando así a la superpotencia norteamericana.  Según Brautigam (2011), China entregó unos 6 mil millones de US $, tan solo para un megaproyecto: un canal que une a Malawi, país sin salida al mar. De acuerdo con el autor, en 2007 China desembolsó unos 850 millones de US $ en AOD a África, aproximadamente el 40% de su ayuda total que recibe el continente. (p.4).
          Por último, Kaplinsky y Morris (2009), sostienen que en 2006 las ayudas de China hacia África superaron los 500 millones US $. Estas ayudas se concentran en Sudán, Argelia, Zambia, Nigeria y Sudáfrica. Los autores destacan que entre 1979 y 2000, el 46% de la ayuda china se encontraba en el sector manufacturero (principalmente prendas de vestir), mientras que los servicios, principalmente la construcción, representaron el 18% y la extracción de recursos representó el 28%.
La AOD en África; entre luces y sombras
          La ayuda extranjera en África ha tenido diversas lecturas. Los más optimistas creen que es la única salida que tiene el continente, otros menos optimistas, sin caer en la línea del afro pesimismo, consideran que dicha ayuda es el aliciente para seguir colonizando a África y no permitir que logre direccionar de manera autónoma su propio destino. En esta parte del documento mostraré algunas posturas sobre la AOD en el continente y las consecuencias de la misma.
          Petras y Veltmeyer (2001), argumentan que la ayuda extranjera en África ha tenido múltiples y contradictorios efectos a corto y largo plazo. Por ejemplo, ha impactado en la formación del Estado y en su “deformación”, además, en las relaciones entre el Estado y la sociedad. A su vez ha afectado la geopolítica regional, ha ayudado en emergencias, previno y alimentó el conflicto, y proporcionó servicios, infraestructura e inyecciones de capital muy necesarios. Los autores sostienen además que, para algunos críticos, la AOD en África es principalmente una expresión de proyectos imperialistas occidentales, añaden que de acuerdo con Alden (et al. 2008), China aprovecha las vulnerabilidades y el débil poder de negociación de los países africanos.
          Estoy de acuerdo con lo que exponen Petras y Veltmeyer sobre la AOD en África, pero no solo dicha ayuda es parte del proyecto imperialista occidental en África, a mi modo de ver China también tiene las mismas intenciones, solo que su imperialismo está más ajustado en dejar cosas materiales en el continente, tales como museos o mejorar el sistema de transporte. En resumidas cuentas, el imperialismo chino es más sutil y se ha tornado más amigable que el occidental.
          En ese orden de ideas Mwagiru (2013) resulta cómo África está siendo colonizada y repartida, pero esta vez por potencias como China y los países árabes del Golfo. El autor señala que la reentrada asiática en África debe ser racionalizada de manera diferente a la entrada europea en el continente. Tanto los occidentales como los asiáticos se basan en una cierta interpretación de las relaciones internacionales. Ambos tienen una similitud en que la razón de su ingreso es la seguridad y la supervivencia en el sistema internacional. La principal diferencia entre ellos, es que mientras que los europeos usaron la fuerza, los asiáticos están utilizando la herramienta de la diplomacia.
          Por otra parte, Brautigam (2011), señala que cuando se enfoca estrictamente en la ayuda, las diferencias entre Occidente y China son menos de lo que comúnmente se cree. Tomemos los Estados Unidos, por ejemplo. El mayor receptor de ayuda estadounidense en África es Egipto, donde el presidente Mubarak se ha negado a permitir elecciones libres y justas. Etiopía, que obtuvo una pésima evaluación de las libertades civiles y políticas, recibió 1,2 mil millones de US $ en 2009. A mi modo de ver la crítica de Brautigam toma fuerza cuando recordamos que Estados Unidos ha cuestionado severamente a China, porque supuestamente en el gigante asiático no hay garantías para la libre expresión y con frecuencia se violan los Derechos Humanos.
          Entre tanto Oya y Pons-Vignon (2010) señalan que François Mitterrand en un discurso en La Baule en 1991, advirtió a los líderes africanos que deberían democratizarse para seguir recibiendo apoyo francés, eso implicaba realizar elecciones y varias “correcciones institucionales” diseñadas para realizar reformas económicas, es decir, liberalización, privatización y la reestructuración del sector público. Con lo expuesto por los autores podemos evidenciar la clara arrogancia de algunos políticos occidentales, la cual está además marcada de eurocentrismo y racismo.
A mi modo de ver Colom aporta uno de los análisis más contundentes sobre la AOD que recibe África. El autor señala que el paternalismo en África, es sin duda uno de los territorios más contradictorios de la economía política internacional. En él entra en juego la solidaridad, pero también aparecen la geopolítica, los intereses económicos, el paternalismo etnocentrista, la compasión, e incluso la fe religiosa y el racismo. En la ciudadanía occidental predomina una visión del papel de la cooperación en África sesgada por mitos seudo-racistas, según los cuales la cooperación es necesaria por la pobreza generalizada en el continente y por la incapacidad de los africanos para gobernarse por sí mismos. Estoy de acuerdo con Colom, debido a que en Occidente se ha expandido la idea de que África no podrá salir sola de la pobreza y de los diferentes males que la aquejan.
        Por otra parte, Fadakinte (2015) señala que, en África, el Estado no existe o está en grave crisis, porque está fragmentado y también carece de paz para hacer crecer la democracia, mientras que las sociedades africanas se parecen más a las comunidades, ya que los africanos pertenecen más a las comunidades que en las sociedades. Refuto la postura de Fadakinte, en tanto obedece más a una mirada occidental de la universalización del Estado, es decir solo es posible el modelo de Estado occidental en África. Sumado a eso el autor sostiene que el tercer sector no es fundamental en el continente, pero podemos evidenciar que la organización de la población civil ha permitido la movilización en países como Argelia o Sudan.
        Para Weeks la causa central de la efectividad de la ayuda se centra en los procedimientos establecidos por donantes y acreedores, en especial a las condiciones sobre las políticas vinculadas de los préstamos y donaciones. Estas condiciones relativas a la inflación y los déficits fiscales han sido excesivas e inadecuadas. Lo expuesto por el autor es una muestra fehaciente de que la ayuda, en muchas ocasiones esta disfrazada de préstamo y éste, a su vez, está condicionado a unos altos intereses, los cuales resultan difícil de pagar, esto es lo que ocasiona que la deuda externa se incremente cada año y el Estado se vea obligado a suprimir el gasto público y en la mayoría de los casos la deuda se transfiere a la población civil. 
          Easterly (2009) se apoya en la economista africana Moyo, quien señala que “el enfoque prevaleciente de la ayuda a África ha sido un tipo de paternalismo autoritario” (p.1). Lo expuesto por Moyo, coincide con las posturas de Petras,  Veltmeyer, Weeks y Colóm.  En tanto advierten con claridad que Occidente de una forma u otra ha creado una especie de dictadura alrededor de la ayuda y préstamos que le ofrece a África.   
Es probable que la luz al final del túnel no brille para África si sigue dependiendo de la AOD, en tanto Kabunda señala que ningún Estado africano ha logrado salir del llamado subdesarrollo por medio de ayudas y préstamos. Considero que son las y los propios africanos quienes deben resolver sus problemas estructurales. Iniciativas como las remesas de los trabajadores emigrados de África, develan que la AOD no es la solución para el continente, debido a que éstas “desde finales de los 90, superan el monto total dedicado por los países desarrollados a AOD, en 2008 las remesas hacia los países en desarrollo significaron 283 M$ frente a los 119,8 M$ de AOD”. (Colom, p.12).
          De acuerdo con Economic Report on Africa (2015), las perspectivas de crecimiento a mediano plazo de África siguen siendo sólidas, con algunos avances en el aumento de la productividad, asociados con su reciente desempeño de alto crecimiento. Dicho estudio pone el énfasis en que se requiere un mayor comercio intraafricano y una mayor diversificación de las exportaciones de productos agrícolas, minerales y petróleo mediante la adición de valor, y la promoción de la industrialización y la transformación estructural para estimular aún más el crecimiento de África.
          Rocha y Gómez aportan también una mirada optimista hacia Africa y señala que, hasta el estallido de la crisis económica mundial, los países de África Subsahariana habían experimentado una mejora sustancial de sus políticas económicas y sociales, así como altas tasas de crecimiento del 5% anual entre 2000 y 2008.
Conclusión
La ayuda internacional no es una salida a los problemas de África, como ya hemos podido evidenciar África es el principal receptor de AOD, pero el continente sigue padeciendo de los males del capitalismo imperialista.  Por otra parte, las potencias que han decidido ayudar y hacer préstamos a los países africanos, más allá de algunas buenas intenciones, su objetivo principal es apoderarse de un porcentaje significativo de los recursos minero energéticos que posee el continente, incluso de sus tierras. Vale la pena mencionar que China tiene como proyecto ser el principal distribuidor de bienes y servicios del planeta en unos 30 años y para ello necesita también de África como su principal despensa.  África podrá ver la luz a la final del túnel si logra consolidar bloques de cooperación autentica, primero dentro de sus fronteras y luego con otras naciones, de lo contrario siempre estará a merced de las potencias occidentales y asiáticas.

Bibliografía
Abdoulie, Janneh. (2012). "item,4 of the provisional agenda – General debate on national experience in population matters: adolescents and youth" (PDF). United Nations Economic Commission for Africa.
Assessing Progress in Africa toward the Millennium Development Goals, Executive Summary 2015.
Brautigam, Deborah. (2011). China in Africa: Seven Myths (ARI). Real Instituto Elcano.
De la Rocha y Gómez. (2011) África: una visión optimista ECONOMÍA EXTERIOR. Núm. 55. Invierno.  
Colom, Artur. ¿Sujetos de derecho u objetos de compasión?: la evolución reciente de la cooperación al desarrollo en el África. Departament d’Economia Aplicada, UAB ARDA (Agrupament de Recerca i Docència d’Àfrica).
Economic Report on Africa 2015: Industrializing Through Trade. Part 2: Industrialization–Trade Nexus. Towards a selective trade policy framework for 6 industrializing Africa. United Nations Economic Commission for Africa. https://www.uneca.org/publications/economic-report-africa-2015.
Fadakinte. Department of Political Science, Faculty of Social Sciences, University of Lagos, Akoka-Yaba, Lagos, Nigeria. Canadian Social Science Vol. 11, No. 3, 2015.
Kabunda, Mbuyi .(2008). África en la globalización neoliberal: las alternativas africanas http://www.revista-theomai.unq.edu.ar/numero17/ArtKabunda.pdf.
Kaplinsky y Morris. (2009). The Policy Challenge for Sub-Saharan Africa of LargeScale Chinese FDI (ARI) ‘Chinese FDI in Sub-Saharan Africa: Engaging with Large Dragons’, European Journal of Development Research, vol. 21, nr 4.
Mwagiru. (2013). The diplomacy of partition revisited: African−Asian relations and the economic diplomacy of security, Africa Review, 5:2, 148-159, DOI: 10.1080/09744053.2013.855359.
OXFAM BRIEFING PAPER 10 MAY 2016. bp-time-is-now-human-economy-africa-100516-en-(oxfam). file:///D:/PERFILES/USUMANDATORY/Downloads/bp-time-is-now-human-economy-africa-100516-en%20(oxfam).
Oya y Pons-Vignon. (2010). Aid, Development and the State in Africa. Chapter 19 forthcoming in the Political Economy of Africa, edited by V. Padayachee, London: Routledge, 2010, ISBN: 978-0-415-48039-0.
SECTION III: Social Protection as an Instrument to Accelerate Progress toward the MDGs in Africa.  Assessing Progress in Africa toward the Millennium Development Goals, 2011.
Easterly, William. (2009).  Review of Dambisa Moyo’s book Dead Aid. 
Weeks, Jhon. Cuarenta años de ayuda externa (AOD) y de condicionalidad en África.




[1] Licenciado - Educación Popular - Universidad del Valle
Maestría - Ciencia Política y Liderazgo Democrático-Instituto de Altos Estudios Europeos de Madrid.
Máster en Relaciones Internacionales y Estudios Africanos 2018-2019 Universidad Autónoma de Madrid.
Docente e investigador Universitario.
[2] En adelante se usará en este documento la sigla AOD.
[3] Regions | UN DESA | United Nations Department of Economic and https://www.un.org/en/development/desa/regions.html.
[4] http://poblacion.population.city/world/af
[5] https://allafrica.com/stories/200802070635.html

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