“Lo
único a lo que el poder respeta es a el poder”.
el
Hajj Malik el Shabazz Malcolm X
Jesús
Carabalí.[1]
Introducción
El Estado
es uno de los escenarios más recurrentes en los análisis que son elaborados en
el marco de las Relaciones Internacionales (RRII), tanto así, que es percibido
como uno de los principales actores en dicho campo de investigación (las RRII).
En el presente ensayo pretendo exponer
el papel que juegan los Estados en las RRII, desde el nacimiento de la ONU,
pasando por la idea de las intervenciones humanitarias. En ese orden de ideas el documento ha sido estructurado
en cuatro partes.
La primera parte tratará
sobre la forma en la que algunos Estados han monopolizado el poder en la ONU y
las decisiones que se toman en el Consejo de Seguridad para someter a naciones
menos poderosas. En esta primera parte abordaré autores como Mark
Imber con un documento que lleva por título “La Reforma del Consejo de
Seguridad de la ONU”, seguido de Paul
Kennedy con un documento titulado “El Parlamento de la Humanidad. La Historia
de las Naciones Unidas” y por último presentaré un documento que lleva por
título “Poder en la Gobernanza Global” de Michael Barnett y Raymond Duvall.
La segunda parte del documento versará sobre la categoría
denominada “Estados fallidos”. Mi interés se centrará en hacer un análisis del
discurso que hay detrás de dicha categoría. Cuatro autores serán abordados en
este segmento: Christopher Clapham con
un documento denominado “El Desafío al Estado en un Mundo Globalizado”. Seguido
de Jonathan Di John con un artículo titulado “Conceptualización de las Causas y
Consecuencias de los Estados Fallidos: una Revisión Crítica de la Literatura”.
Otro de los documentos empleados en esta parte es el de Timothy Raeymaekers,
titulado “¿Colapso u Orden? Cuestionando el Colapso del Estado en África”. Por
último, aparecerá un documento de Volker Boege, Anne Brown, Kevin Clements y
Anna Nolan titulado “¿Qué es lo que “fallido”? ¿Los Estados del Sur, o la
Investigación y las Políticas de Occidente? Un Estudio sobre las Órdenes
Híbridas y los Estados Unidos”.
En la tercera parte del ensayo trataré el tema de las causas
y consecuencias de los conflictos armados que han estallado en África y Medio Oriente
en los últimos años. Para profundizar en lo prometido citaré a Martha finnemore
en un documento titulado “Paradojas en la Intervención Humanitaria”. Otro de
los documentos citados en lleva por título “Cambios en los Patrones de Violencia
Política en el África Subsahariana, Economías de Guerra: la Intersección de Necesidad”
de Cynthia J. Arnson y William Zartman. Además, citaré un artículo titulado “Estrategia
de Resiliencia de Qatar e Implicaciones para las Relaciones Estado-Sociedad”
del intelectual omaní Abdullah Baabood. Otro documento empleado es el del
profesor de la universidad de Birmingham Mark Duffiel, titulado “Las Nuevas Guerras en el Mundo
Global. La Convergencia entre Desarrollo y Seguridad”. Y el último documento
que cierra este segmento es el de la intelectual Pamela Urrutia, titulado “Conflicto
palestino-israelí: ¿Más proceso que paz? Veinte años de Propuestas Frustradas y
claves de la Nueva Encrucijada”.
La cuarta y última parte de este ensayo será utilizada para
abordar el tema de procesos de paz y el discurso que hay detrás de la llamada
asistencia humanitaria. Donde citaré autores como David Chandler con un artículo que
lleva por título “Repensando la Paz y los Estudios sobre Conflictos. La Construcción de la Paz. La Crisis de veinte
años. 1997-2017”. Además,
presentaré un documento de Roland París y Timothy D. Sisk, titulado “Gestionar
Contradicciones: los Dilemas Inherentes a la Construcción Posbélica del Estado”.
Y por último presentaré un artículo titulado “Intervención y Sueños de la
Construcción Estatal Exógena: la Aplicación de la Consolidación de la Paz Liberal
en Afganistán e Irak”, de Toby Dodge.
El esquema propuesto en este ensayo tiene como objetivo desglosar un
análisis crítico sobre la importancia de los Estados en las RRII. Además, me
interesa exponer el papel que juegan los Estados en la configuración de redes y
estructuras. Dichas redes y estructuras a mi modo de ver determinan también el
lugar que cada Estado va ocupando en el escenario internacional.
Hegemonía imperialista en la ONU
El objetivo de la creación de las Naciones Unidas (ONU), desde su
fundación en 1945, fue mantener la paz y la seguridad en todo el planeta, además
de crear estrategias que permitan el bienestar de todas las naciones, sumando a
ello, crear lazos que permitan la cooperación internacional. No obstante, la
ONU desde su nacimiento ha sido direccionada por cinco miembros permanentes:
China, Francia, Federación de Rusia, el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda
del Norte y Estados Unidos. Como podemos evidenciar, esos cinco miembros
recogen a la mayor cantidad de las naciones más poderosas del planeta. Sumando
a eso la sede principal de la ONU se encuentra en Manhattan, Nueva York.
Imber (2006) desde una postura transnacionalista, analiza cómo
funciona el Consejo de Seguridad de la ONU, además explica el objetivo de los
debates sobre la reforma de las Naciones Unidas, en particular los cambios que
se han llevado a cabo en el Consejo de Seguridad. El autor deja entre ver que
los debates han tenido como punto central las reglas, tanto formales como
informales, que determinan los roles de los poderes de veto y las formas en qué
otros estados miembros pueden obtener un asiento en el Consejo. Imber resalta que,
si se desea implementar el sistema de seguridad colectiva, es inevitable tener
un Consejo de Seguridad que refleje una estructura legítima de autoridad y adiciona
que las reglas que gobiernan los poderes del Consejo de Seguridad plantean
numerosas cuestiones de legitimidad y autoridad.
Estoy de acuerdo con Imber, en el sentido
de que no es posible pensarse un Consejo de Seguridad, cuyas reglas no brinde
garantías a la hora de tomar decisiones para resolver un conflicto entre
naciones. El propósito de lo expuesto por el autor es llamar la atención en la
forma cómo aquellas naciones que tienen derecho a veto y con asiento permanente
logran direccionar las reglas de juego en la ONU.
Siguiendo casi la misma línea de Imber y
desde una mirada transnacionalista,
Kennedy (2007) ofrece
un análisis sobre el veto, el cual está ceñido a los intereses de cada Estado. El
autor nos recuerda que en un principio el veto se usaba para impedir la llegada
a la ONU de Estados con orientación fascista por cuestiones de seguridad,
adiciona que siempre ha habido grandes potencias y que éstas son las que se han
repartido el poder, por eso fundaron la ONU los ganadores. Kennedy sostiene
además que “a cualquier persona
sensata de nuestros días le resulta vergonzoso que solo cinco de los 191
estados soberanos que constituyen las Naciones Unidas tengan privilegios y
poderes especiales”. (p.83).
Lo expuesto por Kennedy es una muestra fehaciente de la crítica que hace
sobre la hegemonía de las cinco potencias que prácticamente dirigen la ONU. Su
postura tiene como objetivo señalar que de alguna forma u otra hay en la ONU
una hegemonía imperialista, donde los países más industrializados y los que
poseen el mayor poderío armamentístico dominan ese organismo. Una crítica
similar fue la hizo Gadafi en su último discurso en la Asamblea Anual de la ONU.
Analistas como Walter Matinéz sostienen que ese discurso le costó la vida al
líder libio.
Coincido con
Kennedy porque su análisis de alguna forma u otra también hace parte del Tercer
Gran Debate de las RRII, donde son analizados los roles del entramado
centro/periferia. Además, el autor al igual que Imber, profundiza en su
análisis al señalar que en la ONU en 1945 solo
existían cincuenta Estados que podían suscribir la Carta y desempeñar su
función como miembros de la ONU, el resto del mundo estaba compuesto por
enemigos conquistados, neutrales sospechosos.
Entre tanto Barnett y Duvall (2009) también desde una postura
transnacionalista analizan el poder de las
organizaciones internacionales liberales. Los autores hacen una crítica mordaz
al señalar que:
Los Estados crean y delegan a las
organizaciones internacionales por que proporcionan funciones esenciales.
Proveen bienes públicos. Recolectan información, monitorean acuerdos y
generalmente ayudan a los Estados a realizar actividades que requieren de
esfuerzos colectivos. Esta perceptiva genera percepciones importantes pero el
estatismo y el funcionalismo, pero esta perspectiva también oculta importantes
fisuras de las organizaciones internacionales, haciendo difícil ver el poder
que ellas ejercitan en la gobernanza global. (p.161).
Lo
expuesto por los autores cobra sentido en la medida en que muchas
organizaciones internacionales tienden a inmiscuirse en los asuntos internos de
países que tienen poca capacidad de decisión en el escenario internacional. Tales
son los casos de Venezuela o Cuba. Hemos evidenciado que
muchas de estas organizaciones en su afán por ganar poder y prestigio se
convierten en ONGs, las cuales en alguna medida pretender suplantar al Estado,
incurriendo en lo que se ha denominado como ogeneización, es decir países que
han sido declarados como Estados fallidos son “invadidos” por este tipo de
organizaciones.
Barnett,
Duvall, Kennedy e Imber han ofrecido un análisis rigurosos, los cuales nos
permiten identificar que lo se promulgó como en la creación de la ONU está
lejos de cumplirse, es decir el respeto entre todas las naciones, sin importar
su ubicación geográfica y la composición étnico/racial de sus pobladores. Los
autores coinciden en que hay una injerencia permanente de las naciones
poderosas, las cuales son las que se encargan de dirigir Los postulados que posteriormente
son emitidos por el Consejo de Seguridad de la ONU.
La
invención de los Estados fallidos
Una novedosa y
estratégica categoría ha sido diseñada para etiquetar a países que particularmente
están ubicados en el Sur global o en la llamada periferia, “los Estados
fallidos. En esta parte del documento voy a sostener que dicha categoría hace
parte del proyecto imperialista de las potencias occidentales, además sostendré
también, que al revisar los términos que definen a un Estado fallido, algunos Estados
del llamado primer mundo, en algunos aspectos deberían ser catalogados también
como Estados fallidos.
Clapham (2002)
recurre a un análisis hecho por Zartman (1995) en el
cual sostiene que un análisis introductorio sobre los Estados fallidos ha
distinguido muy útilmente entre el colapso de Estado, que se ocupa
esencialmente del desmoronamiento de las instituciones, y el fracaso del Estado, que se define por el incumplimiento de
las funciones estatales. Por lo tanto, acepta ampliamente la definición de
colapso de Estado propuesta como una situación en la que la estructura, la
autoridad (poder legítimo), la ley y el orden
político se han derrumbado.
Coincido con los autores en el sentido en
que, si un Estado se abroga el derecho y deber de responder a las necesidades
de su población, entonces debe estar en la capacidad de crear y mantener
instituciones fuertes para responder a las demandas de sus ciudadanos y garantizar
la ciudadanía plena.
A mi modo de ver Clapham (2002) habla desde la teoría compleja de la
interdependencia, el autor señala además que:
El fracaso de los Estados, por otro lado,
es un concepto mucho más incierto, porque plantea la cuestión de cuáles son
realmente las funciones básicas de los Estados, y éstas pueden variar desde una
preocupación mínima por la seguridad básica, hasta el respeto por los derechos
de sus miembros e incluso la prestación del bienestar. (p.776).
Lo expuesto por Clapham en las líneas anteriores tiene el objetivo de indagar
por el papel del Estado, el cual tiene como uno de sus máximos objetivos
garantizar los derechos humanos, el acceso de los servicios básicos, tales como;
sistema de salud, alimentación y educación. Algunos Estados denominados fuertes
o del primer mundo, como es el caso de Estados Unidos en algunos temas sería un
Estado fallido. Si ponemos el caso de la legitimidad y el respeto por los
derechos humanos, desde la época de la colonia hasta nuestros días el Estado
norteamericano con la ayuda de una organización terrorista y racista denominada
el KKK ha venido asesinando a afroamericanos. De acuerdo con Dalaker (2017) Estados Unidos tiene una población que día a día
entra en la línea de la pobreza, esto incluye gente blanca. Se estima que hay
unos 50 millones de pobres en Estados Unidos y un porcentaje similar no tiene acceso
a los servicios de salud.
Di John (2008)
recurre a un análisis realizado por Dorff (2000) por
medio del cual sostiene que:
Aunque los debates académicos sobre los “Estados
fallidos” comenzaron a principios de la década del 1990, la noción de “fracaso
del Estado” ha estado relacionada con la economía política de las relaciones
internacionales durante siglos. El problema del fracaso del Estado fue tomado
en serio por los ocupantes coloniales. De hecho, las potencias coloniales
europeas justificaron sus imperios, en parte, con la idea de que su gobierno
pondría fin al gobierno “salvaje” y “bárbaro” en las colonias. Los países poderosos
a menudo intervinieron en Estados pobres y débiles para contener el desorden
social que potencialmente amenazaba sus intereses de seguridad y comercio.
(p.2).
A mi modo de ver
Di John podría estar usando unas gafas neomarxistas, desde un enfoque de la
teoría compleja de la interdependencia. Coincido con el autor, y encuentro que
el objetivo de su planteamiento es cuestionar las volares occidentales, sobre quién
puede ser catalogado como ser humano y quién no, quiénes son los demócratas y quiénes
no. El colonizador, en este caso, las potencias occidentales siempre buscan una
excusa para mantener sus colonias, por ello la excusa perfecta es la categoría
de Estado fallido. Además, la postura del autor va en línea con la de Clapham,
en tanto que ambos hacen sus planteamientos reclamando por una revisión crítica
del Estado, asimismo, reclaman por el origen e intereses de quienes han
elaborado las funciones del Estado.
Raeymaekers (2005) apoyado en (Ayoob, 1996; Mazrui, 1995; Zartman, 1995; Zolberg, 1992) sostiene que después del
11 de septiembre, cuando ocurrió el atentado a las Torres Gemelas en N.Y, los problemas
del colapso del Estado y el fracaso del Estado se han convertido en el centro
de la agenda académica y política. Mientras que, a principios de la década de
1990, la implosión de gobiernos en países como Somalia, Zaire y Burundi todavía
se consideraba en gran medida como un fenómeno “marginal”, asociado
principalmente con las incapacidades de los gobernantes del Tercer Mundo y los
efectos de la dependencia económica.
Estoy de acuerdo
con lo expuesto por Raeymaekers, quien, desde una mirada neomarxista, enfocado
en los estudios de centro y periferia, deja ver con amplia claridad el papel
que juegan las potencias occidentales para determinar en qué lugar del mundo
están ubicados los Estados fallidos. A mi modo de ver, hay intereses claros por
parte de estas potencias occidentales para determinar qué país es un Estado
fallido. Pondré el caso de Colombia, donde según
el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH, 2018), entre 1958 y el 2018, se
han realizado 4.210 masacres, que han dejado 24.447 víctimas mortales. En los últimos 60 años se han
contabilizado 238 atentados terroristas con 3.549 lesionados y 732 muertos. Sobre
desaparición forzada hasta el momento van 68.431 hechos. El total de víctimas
fatales fueron 261.619. Los grupos paramilitares son los presuntos responsables
de la mayoría de hechos violentos con 94.579 víctimas. Siguen las guerrillas con 36.682
víctimas y los agentes del estado con 9.837 víctimas.
Las
cifras expuestas por el CNMH hablan por sí solas, sin embargo, Colombia nunca
fue elevada a la categoría de Estado fallido, debido a que Estados Unidos tiene
el control de un porcentaje significativo de los recursos minero-energéticos de
esta nación, además Colombia ha tenido desde hace varias décadas una fuerte injerencia
del narco tráfico en su estructura político-administrativa. Varios presidentes,
decenas de gobernadores, congresistas, alcaldes y conejales han logrado hacerse
elegir con la ayuda del narcotráfico.
Entre tanto Boege, Brown, Clements y Nolan (2008)
desde una Mirada
constructivista sostienen que:
El discurso de la fragilidad
estatal y de las políticas de construcción del Estado se basa en el concepto
occidental del Estado weberiano-westfaliano. Sin embargo, esta forma de
“estatalidad” es prácticamente inexistente fuera del mundo de la OCDE. Muchos
de los países del “resto” del mundo son entidades políticas que se asemejan muy
poco al modelo Occidental. (p.3).
Estoy de acuerdo
con lo expuesto por los autores cuyo objetivo de análisis es denunciar una vez
más el eurocentrismo y el afán de las potencias occidentales por exportar e imponer
a la fuerza un modelo de Estado que tal vez tenga éxito en el mundo occidental.
Por último en esta parte del ensayo, deseo señalar que Boege, Brown,
Clements y Nolan (2008) sostienen además sobre los
llamados Estados fallidos, que no deberían ser vistos desde la perspectiva de
que “aún no han completado su proceso de ‘formación’ estatal” o que “han
‘fracasado’ de nuevo”. En vez de pensar en términos de Estados “frágiles” o
“fallidos”, sería más fructífero, tanto desde el punto de vista teórico como
del práctico, pensar en términos de ordenes políticas híbridas”. Como podría
ser el caso de naciones donde autoridades religiosas tienen gran poder y
aceptación en la sociedad, mucho de esto lo podemos evidenciar en naciones de
mayoría musulmana en África y Medio Oriente Entre tanto Raeymaekers (2005) ofrece un primer
paso para desarrollar un marco alternativo para estudiar el orden político en
situaciones de colapso posterior al Estado.
Revisión crítica sobre los conflictos armados en
África y Medio Oriente
En
la segunda parte del ensayo abordé el tema de los Estados fallidos y los
intereses de las potencias occidentales por determinar qué país es proclive a
ser catalogado como tal. En esta tercera parte mi interés se centrará en
describir y analizar las causas y consecuencias de los conflictos armados
que han estallado en África y Medio Oriente en los últimos años.
A menudo los conflictos armados en África
y Medio Oriente son explicados desde una matriz étnico/racial/tribal y
religiosa, es decir, en esas regiones del mundo se matan casi que trivialidades
y para muchos analistas allí no existen los conflictos políticos o
económicos. Esas categorías de análisis
no permiten ver los verdaderos intereses de los conflictos que han estallado en
esas zonas en los últimos años. En ese orden de ideas Straus (2012) desde una
mirada postcolonial sostiene que:
África es y ha sido vulnerable a la guerra y las atrocidades. Al mismo
tiempo, los datos son contrarios a las suposiciones comunes, especialmente en
entornos no académicos, pero también en algunos círculos académicos, de que la
tendencia de África a los conflictos armados, a los largos conflictos armados y
a las atrocidades en los conflictos armados, es única y cualitativamente
distinta de otras regiones del mundo. (p.186).
Coincido con Straus y con el objetivo de lo que expone, ya que hace un
llamado a revisar las causas de los conflictos armados no solamente en África,
sino en otros lugares del mundo. Donde es muy probable que encontremos que
algunas de las causas que han hecho que algunas regiones de África hayan sido
sometidas a las cruentas guerras devastadoras y sangrientas, también las
podemos encontrar en Afganistán, Honduras o México donde también han estallado
conflictos por la disputa de recursos naturales.
Arnson y Zartman (2006) también desde una
mirada postcolonial resaltan que el estudio de los recursos como algo que define los objetivos o fines de
los conflictos violentos internos, surgió entre mediados y finales de los años
noventa, cuando
académicos y profesionales analizaron con mayor seriedad las peculiaridades de
las devastadoras guerras de África Central. El autor enfatiza que, en países
como Angola, Sierra Leona y Liberia, los ingresos derivados de recursos
naturales, como los diamantes y el petróleo eran motivo de disputas y además
reforzaron la financiación de los continuos y crecientes niveles de violencia
de las fuerzas rebeldes y las estatales.
Estoy de acuerdo con lo expuesto por Arnson y Zartman, ya que el
objetivo de su análisis también se centra en poner de manifiesto que existen
grupos de diferentes facciones que entran en disputa por los recursos
naturales. Sumado a eso ven muy estratégico el control de ciertos territorios y
sus poblaciones, con el objetivo de seguir aumentando sus riquezas.
Duffiel (2008) desde una mirada situada en la teoría crítica y
los estudios postcoloniales, hace un aporte clave para entender las dinámicas
que han configurado las ideologías que son usadas para describir a África. El
autor recurre a una categoría desarrollada por (Richards, 1996), la cual
denomina el nuevo barbarismo. Por medio de la cual explica “que tiene
conexiones con el bioculturalismo racial que surgió en Occidente durante los
años setenta, un discurso que ya no se basa en el primer ranking colonial de
razas y civilizaciones según un criterio jerárquico”. (p.149).
Estoy de acuerdo con la postura de Duffiel, cuyo objetivo de
análisis se centra en develar las nuevas formas de racismo contemporáneo, el
cual puede ser una herramienta útil para explicar lo que piensan algunos
académicos y no académicos sobre los conflictos en África o Medio Oriente.
Lo
expuesto por Straus va en concordancia con la postura de Arnson y Zartman,
en tanto aportan matrices de análisis sobre los conflictos, más allá de las
variables étnico/racial/tribal y religiosa. Straus (2012) en su artículo sostiene que las formas de violencia
que se manifiestan en África merecen mayor visibilidad y atención teórica de lo
que generalmente se otorga en la literatura existente sobre violencia política.
Entre tanto Arnson y Zartman (2006) proponen hacer una distinción entre las
“viejas guerras” de la era de la Guerra Fría y las “nuevas guerras” de los años
noventa. Para ellos estas últimas, sólo pueden entenderse en el contexto de la
globalización política, económica, militar y cultural. Además, adicionan que
los conflictos en África son al mismo tiempo locales y dependientes de
conexiones transnacionales.
Ahora bien, otra estrategia occidental para socavar la soberanía de las
naciones es la invención de las intervenciones humanitarias, las cuales son muy
recurrentes para rescatar a los llamados Estados fallidos, como es al caso de
Siria, Libia o Afganistán. Al respeto Finnemore (2006) desde una postura
postcolonial, con énfasis en la teoría crítica sugiere:
Las
intervenciones humanitarias se producen en respuesta a lo que ahora llamamos
“crisis humanitarias”, pero quién es “humano”, digno de protección, y lo que
constituye una “crisis” que requiere una respuesta son cuestiones de
percepción. Alguien es humano por motivos políticos solo si otros lo reconocen
como tal. Algo es una crisis solo si se opone a lo que estamos de acuerdo que
es aceptable. Por lo tanto, lo que constituye una crisis humanitaria es siempre
una función del tejido normativo de la vida política y las normas de
comportamiento aceptable en el mundo. (p.6).
Estoy de acuerdo con lo planteado por Finnemore, el propósito de su
postulado nos evoca a hacer una revisión crítica del discurso que se teje para
argumentar qué es una crisis y que Estado puede ser catalogado de estar en
crisis, para luego ser intervenido humanitariamente. En el presente podemos
observar que naciones como Colombia y Argentina están atravesando serios
problemas de hambruna, pero el único país que necesita la intervención
humanitaria es Venezuela, ya que esta nación no está en la línea del súper
poderoso Estados Unidos.
Por
otra parte, el conflicto que se libra en territorio palestino/israelí también
es explicado casi siempre desde una lógica puramente religiosa y racial, no
estoy diciendo que este no sea el motivo, pero hoy es necesario adicionar otras
categorías para un análisis más apropiado, por ejemplo, el expansionismo. En ese orden de ideas Urrutia (2011) y desde una
óptica transnacionalista de la teoría compleja de la interdependencia, señala
que hay varias versiones sobre el inicio y causas de dicho conflicto. La
primera es el
conflicto de dos grupos étnicos y de dos nacionalismos por una misma área
geográfica. Algunas interpretaciones ubican el origen del conflicto a la
expulsión de población judía de la zona por los poderes romanos en los
comienzos de la era cristiana.
Otra interpretación señala finales del siglo XIX, cuando la inmigración
judía al territorio de Palestina bajo control otomano comienza a incrementarse
o a principios del siglo XX, como consecuencia de un esquema colonial, tras el
establecimiento del mandato británico en Palestina después de la Primera Guerra
Mundial y la última interpretación suele situarse en 1947, cuando la resolución
181 de la Asamblea General de Naciones Unidas recomendó la división del mandato
británico en dos Estados. La gran paradoja es que el Estado de Israel fue
creado meses después, en 1948, mientras que el Estado palestino no ha gozado de
reconocimiento por todas las naciones del mundo.
Lo planteado por Urrutia es una muestra clara
del poderío que tienen los Estados occidentales en la ONU, debido a que Israel
es más a fin a la filosofía Occidental, es Israel la nación que tiene un
acuerdo económico, político y militar con Estados Unidos, el denominado Comité
de Asuntos Públicos de Israel en Estados Unidos (AIPAC), el cual inicio el
enero 3 de 1963. Es Israel el que ha desarrollado una industria armamentística
y no Palestina. Todas esas arandelas hacen parte del entramado geopolítico del
por qué Occidente privilegia a Israel y no a Palestina.
Por último, mencionaré el conflicto entre
Qatar y algunos de sus vecinos. Esta pequeña nación del Golfo una vez fue uno
de los Estados más pobres, pero ahora se ha transformado en uno de los países
más ricos de la región. Baabood (2017) y desde una visión transnacionalista con
énfasis en la teoría compleja de la interdependencia señala que:
Dada la naturaleza turbulenta de la
política del Medio Oriente, no es sorprendente que los países regionales
adopten estrategias de auto supervivencia que intenten desarrollar su propia
capacidad de recuperación frente al aumento de los desafíos y amenazas
políticas, económicas y sociales. Qatar no es una excepción y el reciente
bloqueo en su contra por parte del Cuarteto Árabe (Arabia Saudita, Emiratos
Árabes Unidos, Bahréin y Egipto) es un ejemplo vívido de sus vulnerabilidades
percibidas, así como una prueba de su capacidad de recuperación. (p.2).
Estoy de acuerdo con lo expuesto por el autor, cuyo objetivo de su
postulado radica, en que todos los Estados están obligados a adoptar medidas
para sobrevivir, pues esa es una de las máximas tareas de un Estado y Qatar es
un país que ha sabido manejar sus relaciones internacionales de forma extremadamente
estratégica, pues tiene aliados en los dos bloques más poderosos. Por un lado,
Estado Unidos e Inglaterra y por el otro China, Rusia e Irán. Por consiguiente, Baabood ofrece un análisis sobre Qatar, destacando
las estrategias de resiliencia a nivel estatal y social, que esta nación ha
utilizado para sobrevivir, mientras que Urrutia revisa las principales y frustradas
propuestas de paz que se han presentado en las últimas dos décadas en el marco
de la disputa entre palestinos e israelíes. Tras dibujar este recorrido, el
documento también aborda el escenario que ha comenzado a configurarse en 2011,
a partir de una serie de acontecimientos que pueden incidir en el curso del
conflicto.
Procesos de paz e injerencia imperial
En la tercera parte del ensayo he abordado
el tema de las causas y consecuencias de los conflictos armados que han
estallado en África y Medio Oriente en los últimos años y el discurso que hay
detrás de las llamadas intervenciones humanitarias. En esta última parte del
ensayo me propongo abordar el tema concerniente a procesos de paz y los
discursos que se elaboran para construirla.
El planeta atraviesa sangrientos
conflictos en diferentes regiones, como el de Siria, Yemen, Colombia o
Venezuela. Lamentablemente muchos de estos conflictos no son resueltos de
manera concertada por medio del diálogo y salidas políticas. Pero no siempre
los acuerdos de paz resuelven las problemáticas de un conflicto interno o
internacional, debido a que en algunas ocasiones los acuerdos no se cumplen, o no
involucran a múltiples sectores, o si los involucran se hacen con intereses
amañados para favorecer intereses de países más poderosos o multinacionales que
solo desean que se reduzca el conflicto para proseguir con sus proyectos de
extracción de recursos minero-energéticos y otros. Al respecto Chandler (2017)
desde una mirada de la teoría crítica señala que “la construcción de paz
internacional fue crítica, sobre la base que reflejaba los valores hegemónicos,
políticos, económicos y geoestratégicos de las necesidades de los Estados occidentales”. (p.24).
Estoy de acuerdo con Chandler y encuentro
bastante apropiado su argumento, cuyo propósito se centra en desenmascarar los
intereses de algunas potencias occidentales cuando abogan por procesos de paz.
Llama poderosamente la atención que en algunas ocasiones Estados Unidos propone
intervenir militarmente algunos Estados, como se hizo con Afganistán o Irak,
ahora lo planean en Venezuela, pero en otros casos deciden avanzar en diálogos
de paz. Según sus intereses, Estados Unidos decide cuando dialogar con
“terroristas” y cuando no.
Paris y Sisk (2011) desde una óptica
postcolonial y con énfasis en los estudios de centro y periferia, hacen un
análisis crítico y riguroso sobre el papel de las potencias occidentales en la
reconstrucción de los Estados que atraviesan por un proceso de paz, sobre el
asunto señalan que:
Los valores universales se imponen para
resolver problemas locales tenciones y contradicciones, la intervención
exterior se usa para fomentar el auto gobierno:
Algunos de los dilemas políticos más difíciles surgen de esta paradoja:
las misiones de construcción del Estado buscan promover la autonomía nacional y
el autogobierno, pero lo hacen mediante la intervención internacional. (p.8).
Coincido con lo expuesto por los autores y
encuentro que sus postulados tienen como objetivo cuestionar de forma
categórica sobre el papel que asumen algunas potencias cuando cooperan en
procesos de paz. Para ilustrar, cito de nuevo el caso de Colombia, nación
ubicada en Suramérica, donde el 26 de septiembre de 2016 se llevó a cabo la
firma oficial del acuerdo de paz entre ese Estado y la guerrilla de las Farc
(Fuerzas Armadas y Revolucionarias de Colombia). Vale la pena destacar que las
Farc nacieron en el año de 1964.
Dicho acuerdo tiene sus luces y sus
sombras. En primera medida porque se ha logrado reducir las muertes de soldados
y de población civil, pero por otro lado el acuerdo no contó con la
participación de algunas comunidades afro, indígenas y campesinas, las cuales
reclamaban por un desmonte del modelo de país, el cual a la postre fue el
causante de la aparición de las Farc y otros grupos guerrilleros como el Eln y
el M19. Otro gran inconveniente de dicho acuerdo es que un sector de las Farc
se negó a someterse al mismo y aún sigue operando en algunas regiones del país,
incluso hasta en el país vecino de Ecuador, en el Pacifico suramericano.
Dodge (2013) también desde un enfoque de
la teoría crítica, hace un análisis importante sobre lo que él denomina “la
construcción de la paz liberal” y señala dos casos. El primero es el de
Afganistán, donde los Estados Unidos, La ONU y la OTAN decidieron intervenir
para estabilizar esa nación. El segundo caso es el de Irak, donde también
estuvo Estados Unidos, pero ahora acompañado de Inglaterra. Dodge describe
cuatro unidades de análisis dentro de la ideología neoliberal: el individuo, el
mercado, el papel del Estado y la democracia. Los cuales, para el autor
desempeñan un papel clave dentro de la construcción de la paz liberal,
permitiéndole identificar problemas y proponer soluciones para estabilizar las
sociedades en postconflicto. El autor remarca que fueron estas cuatro unidades
de análisis las que se tomaron del enfoque de la consolidación de la paz
liberal y se aplicaron en Afganistán e Irak. “La aplicación de una plantilla
universal a dos países muy diferentes condujo directamente a los Estados
feroces pero débiles que existen hoy en día”. (p.2).
Estoy de acuerdo con lo que expone Dodge,
cuyo propósito en su enunciado es denunciar la injerencia imperialista de las
potencias occidentales en su supuesta ayuda al postconflicto. Lo expuesto por
el autor nos ayuda a entender que la injerencia de algunas potencias occidentales
en algunos países que requieren ayuda para restablecer sus Estados, se debe principalmente
a que estos países poseen algún recurso minero-energético que las potencias
requieren tener sin una mayor inversión.
Chandler (2017) en su crítica sobre la
formulación de políticas occidentales en el postconflicto, reitera que tales
políticas tienen un marcado esquema liberal. Es decir, una conexión con la
economía de mercado, en donde no vemos proyectos concretos para ayudar a la población
que ha resultado víctima de los conflictos. Entre tanto Paris y Sisk (2011),
casi que en la misma línea de Chandler, resaltan el papel de la reconstrucción
del Estado, como una de las acciones fundamentales del postconflicto, pero
dicha reconstrucción debe ser hecha por las comunidades que habitan el Estado
sin el intervencionismo de agentes externos cuyos intereses sean imponer
políticas que vayan en contra de las cosmovisiones de las comunidades y el
deterioro de su armonía.
Conclusión
El
afán de las potencias occidentales era estatalizar el mundo, es decir llevar el
modelo de Estado occidental a todos los rincones del planeta, y en gran medida
lo han logrado. Pero la vida estatal en relación a dicho modelo, en algunos
lugares de África, por citar un ejemplo, no ha arrojado grandes resultados.
Primero debemos recordar que África no es un país y que la idea de Estado ya se
había desarrollado en África mucho antes de que los europeos llevaron su modelo[2].
Hoy los países del continente africano se encuentran entre los predilectos para
ser categorizados como Estados fallidos. La ONU debe adoptar prácticas
coherentes en relación a lo que se determinó en su creación, es decir,
garantizar la participación real y equitativa de todos los Estados que la conforman,
no el monopolio que hoy conocemos, el cual no ha permito en gran medida que
algunas naciones pueden ejercer una real autonomía.
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[1] Educador
Popular de la Universidad del Valle.
Investigador Social. Máster Ciencia Política Instituto de Altos Estudios
Europeos de Madrid. Máster en Relaciones Internacionales y Estudios Africanos Universidad Autónoma de Madrid. Miembro de la organización Nuevas Ciudadanías.
Buenaventura, Colombia. Y miembro de la organización Raíces de la UAM.
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