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El Estado en las Relaciones Internacionales: de los más poderosos a los Estados fallidos




“Lo único a lo que el poder respeta es a el poder”.
el Hajj Malik el Shabazz Malcolm X

Jesús Carabalí.[1]  

Introducción
     El Estado es uno de los escenarios más recurrentes en los análisis que son elaborados en el marco de las Relaciones Internacionales (RRII), tanto así, que es percibido como uno de los principales actores en dicho campo de investigación (las RRII).  En el presente ensayo pretendo exponer el papel que juegan los Estados en las RRII, desde el nacimiento de la ONU, pasando por la idea de las intervenciones humanitarias.  En ese orden de ideas el documento ha sido estructurado en cuatro partes. 
     La primera parte tratará sobre la forma en la que algunos Estados han monopolizado el poder en la ONU y las decisiones que se toman en el Consejo de Seguridad para someter a naciones menos poderosas. En esta primera parte abordaré autores como Mark Imber con un documento que lleva por título “La Reforma del Consejo de Seguridad de la ONU”, seguido de Paul Kennedy con un documento titulado “El Parlamento de la Humanidad. La Historia de las Naciones Unidas” y por último presentaré un documento que lleva por título “Poder en la Gobernanza Global” de Michael Barnett y Raymond Duvall.
     La segunda parte del documento versará sobre la categoría denominada “Estados fallidos”. Mi interés se centrará en hacer un análisis del discurso que hay detrás de dicha categoría. Cuatro autores serán abordados en este segmento:  Christopher Clapham con un documento denominado “El Desafío al Estado en un Mundo Globalizado”. Seguido de Jonathan Di John con un artículo titulado “Conceptualización de las Causas y Consecuencias de los Estados Fallidos: una Revisión Crítica de la Literatura”. Otro de los documentos empleados en esta parte es el de Timothy Raeymaekers, titulado “¿Colapso u Orden? Cuestionando el Colapso del Estado en África”. Por último, aparecerá un documento de Volker Boege, Anne Brown, Kevin Clements y Anna Nolan titulado “¿Qué es lo que “fallido”? ¿Los Estados del Sur, o la Investigación y las Políticas de Occidente? Un Estudio sobre las Órdenes Híbridas y los Estados Unidos”.
     En la tercera parte del ensayo trataré el tema de las causas y consecuencias de los conflictos armados que han estallado en África y Medio Oriente en los últimos años. Para profundizar en lo prometido citaré a Martha finnemore en un documento titulado “Paradojas en la Intervención Humanitaria”. Otro de los documentos citados en lleva por título “Cambios en los Patrones de Violencia Política en el África Subsahariana, Economías de Guerra: la Intersección de Necesidad” de Cynthia J. Arnson y William Zartman. Además, citaré un artículo titulado “Estrategia de Resiliencia de Qatar e Implicaciones para las Relaciones Estado-Sociedad” del intelectual omaní Abdullah Baabood. Otro documento empleado es el del profesor de la universidad de Birmingham Mark Duffiel, titulado “Las Nuevas Guerras en el Mundo Global. La Convergencia entre Desarrollo y Seguridad”. Y el último documento que cierra este segmento es el de la intelectual Pamela Urrutia, titulado “Conflicto palestino-israelí: ¿Más proceso que paz? Veinte años de Propuestas Frustradas y claves de la Nueva Encrucijada”.
     La cuarta y última parte de este ensayo será utilizada para abordar el tema de procesos de paz y el discurso que hay detrás de la llamada asistencia humanitaria. Donde citaré autores como David Chandler con un artículo que lleva por título “Repensando la Paz y los Estudios sobre Conflictos.  La Construcción de la Paz. La Crisis de veinte años. 1997-2017”. Además, presentaré un documento de Roland París y Timothy D. Sisk, titulado “Gestionar Contradicciones: los Dilemas Inherentes a la Construcción Posbélica del Estado”. Y por último presentaré un artículo titulado “Intervención y Sueños de la Construcción Estatal Exógena: la Aplicación de la Consolidación de la Paz Liberal en Afganistán e Irak”, de Toby Dodge.
     El esquema propuesto en este ensayo tiene como objetivo desglosar un análisis crítico sobre la importancia de los Estados en las RRII. Además, me interesa exponer el papel que juegan los Estados en la configuración de redes y estructuras. Dichas redes y estructuras a mi modo de ver determinan también el lugar que cada Estado va ocupando en el escenario internacional.
Hegemonía imperialista en la ONU
     El objetivo de la creación de las Naciones Unidas (ONU), desde su fundación en 1945, fue mantener la paz y la seguridad en todo el planeta, además de crear estrategias que permitan el bienestar de todas las naciones, sumando a ello, crear lazos que permitan la cooperación internacional. No obstante, la ONU desde su nacimiento ha sido direccionada por cinco miembros permanentes: China, Francia, Federación de Rusia, el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte y Estados Unidos. Como podemos evidenciar, esos cinco miembros recogen a la mayor cantidad de las naciones más poderosas del planeta. Sumando a eso la sede principal de la ONU se encuentra en Manhattan, Nueva York.
      Imber (2006) desde una postura transnacionalista, analiza cómo funciona el Consejo de Seguridad de la ONU, además explica el objetivo de los debates sobre la reforma de las Naciones Unidas, en particular los cambios que se han llevado a cabo en el Consejo de Seguridad. El autor deja entre ver que los debates han tenido como punto central las reglas, tanto formales como informales, que determinan los roles de los poderes de veto y las formas en qué otros estados miembros pueden obtener un asiento en el Consejo. Imber resalta que, si se desea implementar el sistema de seguridad colectiva, es inevitable tener un Consejo de Seguridad que refleje una estructura legítima de autoridad y adiciona que las reglas que gobiernan los poderes del Consejo de Seguridad plantean numerosas cuestiones de legitimidad y autoridad.

     Estoy de acuerdo con Imber, en el sentido de que no es posible pensarse un Consejo de Seguridad, cuyas reglas no brinde garantías a la hora de tomar decisiones para resolver un conflicto entre naciones. El propósito de lo expuesto por el autor es llamar la atención en la forma cómo aquellas naciones que tienen derecho a veto y con asiento permanente logran direccionar las reglas de juego en la ONU.

     Siguiendo casi la misma línea de Imber y desde una mirada transnacionalista, Kennedy (2007) ofrece un análisis sobre el veto, el cual está ceñido a los intereses de cada Estado. El autor nos recuerda que en un principio el veto se usaba para impedir la llegada a la ONU de Estados con orientación fascista por cuestiones de seguridad, adiciona que siempre ha habido grandes potencias y que éstas son las que se han repartido el poder, por eso fundaron la ONU los ganadores. Kennedy sostiene además que “a cualquier persona sensata de nuestros días le resulta vergonzoso que solo cinco de los 191 estados soberanos que constituyen las Naciones Unidas tengan privilegios y poderes especiales”. (p.83).   

     Lo expuesto por Kennedy es una muestra fehaciente de la crítica que hace sobre la hegemonía de las cinco potencias que prácticamente dirigen la ONU. Su postura tiene como objetivo señalar que de alguna forma u otra hay en la ONU una hegemonía imperialista, donde los países más industrializados y los que poseen el mayor poderío armamentístico dominan ese organismo. Una crítica similar fue la hizo Gadafi en su último discurso en la Asamblea Anual de la ONU. Analistas como Walter Matinéz sostienen que ese discurso le costó la vida al líder libio. 

     Coincido con Kennedy porque su análisis de alguna forma u otra también hace parte del Tercer Gran Debate de las RRII, donde son analizados los roles del entramado centro/periferia. Además, el autor al igual que Imber, profundiza en su análisis al señalar que en la ONU en 1945 solo existían cincuenta Estados que podían suscribir la Carta y desempeñar su función como miembros de la ONU, el resto del mundo estaba compuesto por enemigos conquistados, neutrales sospechosos.

     Entre tanto Barnett y Duvall (2009) también desde una postura transnacionalista analizan el poder de las organizaciones internacionales liberales. Los autores hacen una crítica mordaz al señalar que:

     Los Estados crean y delegan a las organizaciones internacionales por que proporcionan funciones esenciales. Proveen bienes públicos. Recolectan información, monitorean acuerdos y generalmente ayudan a los Estados a realizar actividades que requieren de esfuerzos colectivos. Esta perceptiva genera percepciones importantes pero el estatismo y el funcionalismo, pero esta perspectiva también oculta importantes fisuras de las organizaciones internacionales, haciendo difícil ver el poder que ellas ejercitan en la gobernanza global. (p.161). 
     Lo expuesto por los autores cobra sentido en la medida en que muchas organizaciones internacionales tienden a inmiscuirse en los asuntos internos de países que tienen poca capacidad de decisión en el escenario internacional. Tales son los casos de Venezuela o Cuba. Hemos evidenciado que muchas de estas organizaciones en su afán por ganar poder y prestigio se convierten en ONGs, las cuales en alguna medida pretender suplantar al Estado, incurriendo en lo que se ha denominado como ogeneización, es decir países que han sido declarados como Estados fallidos son “invadidos” por este tipo de organizaciones.

     Barnett, Duvall, Kennedy e Imber han ofrecido un análisis rigurosos, los cuales nos permiten identificar que lo se promulgó como en la creación de la ONU está lejos de cumplirse, es decir el respeto entre todas las naciones, sin importar su ubicación geográfica y la composición étnico/racial de sus pobladores. Los autores coinciden en que hay una injerencia permanente de las naciones poderosas, las cuales son las que se encargan de dirigir Los postulados que posteriormente son emitidos por el Consejo de Seguridad de la ONU.

La invención de los Estados fallidos

     Una novedosa y estratégica categoría ha sido diseñada para etiquetar a países que particularmente están ubicados en el Sur global o en la llamada periferia, “los Estados fallidos. En esta parte del documento voy a sostener que dicha categoría hace parte del proyecto imperialista de las potencias occidentales, además sostendré también, que al revisar los términos que definen a un Estado fallido, algunos Estados del llamado primer mundo, en algunos aspectos deberían ser catalogados también como Estados fallidos.

     Clapham (2002) recurre a un análisis hecho por Zartman (1995) en el cual sostiene que un análisis introductorio sobre los Estados fallidos ha distinguido muy útilmente entre el colapso de Estado, que se ocupa esencialmente del desmoronamiento de las instituciones, y el fracaso del Estado, que se define por el incumplimiento de las funciones estatales. Por lo tanto, acepta ampliamente la definición de colapso de Estado propuesta como una situación en la que la estructura, la autoridad (poder legítimo), la ley y el orden político se han derrumbado.

     Coincido con los autores en el sentido en que, si un Estado se abroga el derecho y deber de responder a las necesidades de su población, entonces debe estar en la capacidad de crear y mantener instituciones fuertes para responder a las demandas de sus ciudadanos y garantizar la ciudadanía plena.

     A mi modo de ver Clapham (2002) habla desde la teoría compleja de la interdependencia, el autor señala además que:

     El fracaso de los Estados, por otro lado, es un concepto mucho más incierto, porque plantea la cuestión de cuáles son realmente las funciones básicas de los Estados, y éstas pueden variar desde una preocupación mínima por la seguridad básica, hasta el respeto por los derechos de sus miembros e incluso la prestación del bienestar. (p.776).
     Lo expuesto por Clapham en las líneas anteriores tiene el objetivo de indagar por el papel del Estado, el cual tiene como uno de sus máximos objetivos garantizar los derechos humanos, el acceso de los servicios básicos, tales como; sistema de salud, alimentación y educación. Algunos Estados denominados fuertes o del primer mundo, como es el caso de Estados Unidos en algunos temas sería un Estado fallido. Si ponemos el caso de la legitimidad y el respeto por los derechos humanos, desde la época de la colonia hasta nuestros días el Estado norteamericano con la ayuda de una organización terrorista y racista denominada el KKK ha venido asesinando a afroamericanos. De acuerdo con Dalaker (2017) Estados Unidos tiene una población que día a día entra en la línea de la pobreza, esto incluye gente blanca. Se estima que hay unos 50 millones de pobres en Estados Unidos y un porcentaje similar no tiene acceso a los servicios de salud. 

     Di John (2008) recurre a un análisis realizado por Dorff (2000) por medio del cual sostiene que:

     Aunque los debates académicos sobre los “Estados fallidos” comenzaron a principios de la década del 1990, la noción de “fracaso del Estado” ha estado relacionada con la economía política de las relaciones internacionales durante siglos. El problema del fracaso del Estado fue tomado en serio por los ocupantes coloniales. De hecho, las potencias coloniales europeas justificaron sus imperios, en parte, con la idea de que su gobierno pondría fin al gobierno “salvaje” y “bárbaro” en las colonias. Los países poderosos a menudo intervinieron en Estados pobres y débiles para contener el desorden social que potencialmente amenazaba sus intereses de seguridad y comercio. (p.2).
     A mi modo de ver Di John podría estar usando unas gafas neomarxistas, desde un enfoque de la teoría compleja de la interdependencia. Coincido con el autor, y encuentro que el objetivo de su planteamiento es cuestionar las volares occidentales, sobre quién puede ser catalogado como ser humano y quién no, quiénes son los demócratas y quiénes no. El colonizador, en este caso, las potencias occidentales siempre buscan una excusa para mantener sus colonias, por ello la excusa perfecta es la categoría de Estado fallido. Además, la postura del autor va en línea con la de Clapham, en tanto que ambos hacen sus planteamientos reclamando por una revisión crítica del Estado, asimismo, reclaman por el origen e intereses de quienes han elaborado las funciones del Estado.

     Raeymaekers (2005) apoyado en (Ayoob, 1996; Mazrui, 1995; Zartman, 1995; Zolberg, 1992) sostiene que después del 11 de septiembre, cuando ocurrió el atentado a las Torres Gemelas en N.Y, los problemas del colapso del Estado y el fracaso del Estado se han convertido en el centro de la agenda académica y política. Mientras que, a principios de la década de 1990, la implosión de gobiernos en países como Somalia, Zaire y Burundi todavía se consideraba en gran medida como un fenómeno “marginal”, asociado principalmente con las incapacidades de los gobernantes del Tercer Mundo y los efectos de la dependencia económica.

     Estoy de acuerdo con lo expuesto por Raeymaekers, quien, desde una mirada neomarxista, enfocado en los estudios de centro y periferia, deja ver con amplia claridad el papel que juegan las potencias occidentales para determinar en qué lugar del mundo están ubicados los Estados fallidos. A mi modo de ver, hay intereses claros por parte de estas potencias occidentales para determinar qué país es un Estado fallido. Pondré el caso de Colombia, donde según el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH, 2018), entre 1958 y el 2018, se han realizado 4.210 masacres, que han dejado 24.447 víctimas mortales. En los últimos 60 años se han contabilizado 238 atentados terroristas con 3.549 lesionados y 732 muertos. Sobre desaparición forzada hasta el momento van 68.431 hechos. El total de víctimas fatales fueron 261.619. Los grupos paramilitares son los presuntos responsables de la mayoría de hechos violentos con 94.579 víctimas. Siguen las guerrillas con 36.682 víctimas y los agentes del estado con 9.837 víctimas.
     
    Las cifras expuestas por el CNMH hablan por sí solas, sin embargo, Colombia nunca fue elevada a la categoría de Estado fallido, debido a que Estados Unidos tiene el control de un porcentaje significativo de los recursos minero-energéticos de esta nación, además Colombia ha tenido desde hace varias décadas una fuerte injerencia del narco tráfico en su estructura político-administrativa. Varios presidentes, decenas de gobernadores, congresistas, alcaldes y conejales han logrado hacerse elegir con la ayuda del narcotráfico.
    
     Entre tanto Boege, Brown, Clements y Nolan (2008) desde una Mirada constructivista sostienen que:
     El discurso de la fragilidad estatal y de las políticas de construcción del Estado se basa en el concepto occidental del Estado weberiano-westfaliano. Sin embargo, esta forma de “estatalidad” es prácticamente inexistente fuera del mundo de la OCDE. Muchos de los países del “resto” del mundo son entidades políticas que se asemejan muy poco al modelo Occidental. (p.3). 
     Estoy de acuerdo con lo expuesto por los autores cuyo objetivo de análisis es denunciar una vez más el eurocentrismo y el afán de las potencias occidentales por exportar e imponer a la fuerza un modelo de Estado que tal vez tenga éxito en el mundo occidental.
     Por último en esta parte del ensayo, deseo señalar que Boege, Brown, Clements y Nolan (2008) sostienen además sobre los llamados Estados fallidos, que no deberían ser vistos desde la perspectiva de que “aún no han completado su proceso de ‘formación’ estatal” o que “han ‘fracasado’ de nuevo”. En vez de pensar en términos de Estados “frágiles” o “fallidos”, sería más fructífero, tanto desde el punto de vista teórico como del práctico, pensar en términos de ordenes políticas híbridas”. Como podría ser el caso de naciones donde autoridades religiosas tienen gran poder y aceptación en la sociedad, mucho de esto lo podemos evidenciar en naciones de mayoría musulmana en África y Medio Oriente Entre tanto Raeymaekers (2005) ofrece un primer paso para desarrollar un marco alternativo para estudiar el orden político en situaciones de colapso posterior al Estado.

Revisión crítica sobre los conflictos armados en África y Medio Oriente
     En la segunda parte del ensayo abordé el tema de los Estados fallidos y los intereses de las potencias occidentales por determinar qué país es proclive a ser catalogado como tal. En esta tercera parte mi interés se centrará en describir y analizar las causas y consecuencias de los conflictos armados que han estallado en África y Medio Oriente en los últimos años.
      A menudo los conflictos armados en África y Medio Oriente son explicados desde una matriz étnico/racial/tribal y religiosa, es decir, en esas regiones del mundo se matan casi que trivialidades y para muchos analistas allí no existen los conflictos políticos o económicos.  Esas categorías de análisis no permiten ver los verdaderos intereses de los conflictos que han estallado en esas zonas en los últimos años. En ese orden de ideas Straus (2012) desde una mirada postcolonial sostiene que:
     África es y ha sido vulnerable a la guerra y las atrocidades. Al mismo tiempo, los datos son contrarios a las suposiciones comunes, especialmente en entornos no académicos, pero también en algunos círculos académicos, de que la tendencia de África a los conflictos armados, a los largos conflictos armados y a las atrocidades en los conflictos armados, es única y cualitativamente distinta de otras regiones del mundo. (p.186).
     Coincido con Straus y con el objetivo de lo que expone, ya que hace un llamado a revisar las causas de los conflictos armados no solamente en África, sino en otros lugares del mundo. Donde es muy probable que encontremos que algunas de las causas que han hecho que algunas regiones de África hayan sido sometidas a las cruentas guerras devastadoras y sangrientas, también las podemos encontrar en Afganistán, Honduras o México donde también han estallado conflictos por la disputa de recursos naturales.
     Arnson y Zartman (2006) también desde una mirada postcolonial resaltan que el estudio de los recursos como algo que define los objetivos o fines de los conflictos violentos internos, surgió entre mediados y finales de los años noventa, cuando académicos y profesionales analizaron con mayor seriedad las peculiaridades de las devastadoras guerras de África Central. El autor enfatiza que, en países como Angola, Sierra Leona y Liberia, los ingresos derivados de recursos naturales, como los diamantes y el petróleo eran motivo de disputas y además reforzaron la financiación de los continuos y crecientes niveles de violencia de las fuerzas rebeldes y las estatales.

     Estoy de acuerdo con lo expuesto por Arnson y Zartman, ya que el objetivo de su análisis también se centra en poner de manifiesto que existen grupos de diferentes facciones que entran en disputa por los recursos naturales. Sumado a eso ven muy estratégico el control de ciertos territorios y sus poblaciones, con el objetivo de seguir aumentando sus riquezas.
     Duffiel (2008) desde una mirada situada en la teoría crítica y los estudios postcoloniales, hace un aporte clave para entender las dinámicas que han configurado las ideologías que son usadas para describir a África. El autor recurre a una categoría desarrollada por (Richards, 1996), la cual denomina el nuevo barbarismo. Por medio de la cual explica “que tiene conexiones con el bioculturalismo racial que surgió en Occidente durante los años setenta, un discurso que ya no se basa en el primer ranking colonial de razas y civilizaciones según un criterio jerárquico”. (p.149).
     Estoy de acuerdo con la postura de Duffiel, cuyo objetivo de análisis se centra en develar las nuevas formas de racismo contemporáneo, el cual puede ser una herramienta útil para explicar lo que piensan algunos académicos y no académicos sobre los conflictos en África o Medio Oriente.

     Lo expuesto por Straus va en concordancia con la postura de Arnson y Zartman, en tanto aportan matrices de análisis sobre los conflictos, más allá de las variables étnico/racial/tribal y religiosa. Straus (2012) en su artículo sostiene que las formas de violencia que se manifiestan en África merecen mayor visibilidad y atención teórica de lo que generalmente se otorga en la literatura existente sobre violencia política. Entre tanto Arnson y Zartman (2006) proponen hacer una distinción entre las “viejas guerras” de la era de la Guerra Fría y las “nuevas guerras” de los años noventa. Para ellos estas últimas, sólo pueden entenderse en el contexto de la globalización política, económica, militar y cultural. Además, adicionan que los conflictos en África son al mismo tiempo locales y dependientes de conexiones transnacionales.

     Ahora bien, otra estrategia occidental para socavar la soberanía de las naciones es la invención de las intervenciones humanitarias, las cuales son muy recurrentes para rescatar a los llamados Estados fallidos, como es al caso de Siria, Libia o Afganistán. Al respeto Finnemore (2006) desde una postura postcolonial, con énfasis en la teoría crítica sugiere:

     Las intervenciones humanitarias se producen en respuesta a lo que ahora llamamos “crisis humanitarias”, pero quién es “humano”, digno de protección, y lo que constituye una “crisis” que requiere una respuesta son cuestiones de percepción. Alguien es humano por motivos políticos solo si otros lo reconocen como tal. Algo es una crisis solo si se opone a lo que estamos de acuerdo que es aceptable. Por lo tanto, lo que constituye una crisis humanitaria es siempre una función del tejido normativo de la vida política y las normas de comportamiento aceptable en el mundo. (p.6).
     Estoy de acuerdo con lo planteado por Finnemore, el propósito de su postulado nos evoca a hacer una revisión crítica del discurso que se teje para argumentar qué es una crisis y que Estado puede ser catalogado de estar en crisis, para luego ser intervenido humanitariamente. En el presente podemos observar que naciones como Colombia y Argentina están atravesando serios problemas de hambruna, pero el único país que necesita la intervención humanitaria es Venezuela, ya que esta nación no está en la línea del súper poderoso Estados Unidos.

     Por otra parte, el conflicto que se libra en territorio palestino/israelí también es explicado casi siempre desde una lógica puramente religiosa y racial, no estoy diciendo que este no sea el motivo, pero hoy es necesario adicionar otras categorías para un análisis más apropiado, por ejemplo, el expansionismo.  En ese orden de ideas Urrutia (2011) y desde una óptica transnacionalista de la teoría compleja de la interdependencia, señala que hay varias versiones sobre el inicio y causas de dicho conflicto. La primera es el conflicto de dos grupos étnicos y de dos nacionalismos por una misma área geográfica. Algunas interpretaciones ubican el origen del conflicto a la expulsión de población judía de la zona por los poderes romanos en los comienzos de la era cristiana.

     Otra interpretación señala finales del siglo XIX, cuando la inmigración judía al territorio de Palestina bajo control otomano comienza a incrementarse o a principios del siglo XX, como consecuencia de un esquema colonial, tras el establecimiento del mandato británico en Palestina después de la Primera Guerra Mundial y la última interpretación suele situarse en 1947, cuando la resolución 181 de la Asamblea General de Naciones Unidas recomendó la división del mandato británico en dos Estados. La gran paradoja es que el Estado de Israel fue creado meses después, en 1948, mientras que el Estado palestino no ha gozado de reconocimiento por todas las naciones del mundo.

     Lo planteado por Urrutia es una muestra clara del poderío que tienen los Estados occidentales en la ONU, debido a que Israel es más a fin a la filosofía Occidental, es Israel la nación que tiene un acuerdo económico, político y militar con Estados Unidos, el denominado Comité de Asuntos Públicos de Israel en Estados Unidos (AIPAC), el cual inicio el enero 3 de 1963. Es Israel el que ha desarrollado una industria armamentística y no Palestina. Todas esas arandelas hacen parte del entramado geopolítico del por qué Occidente privilegia a Israel y no a Palestina.

     Por último, mencionaré el conflicto entre Qatar y algunos de sus vecinos. Esta pequeña nación del Golfo una vez fue uno de los Estados más pobres, pero ahora se ha transformado en uno de los países más ricos de la región. Baabood (2017) y desde una visión transnacionalista con énfasis en la teoría compleja de la interdependencia señala que:

     Dada la naturaleza turbulenta de la política del Medio Oriente, no es sorprendente que los países regionales adopten estrategias de auto supervivencia que intenten desarrollar su propia capacidad de recuperación frente al aumento de los desafíos y amenazas políticas, económicas y sociales. Qatar no es una excepción y el reciente bloqueo en su contra por parte del Cuarteto Árabe (Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Egipto) es un ejemplo vívido de sus vulnerabilidades percibidas, así como una prueba de su capacidad de recuperación. (p.2).
     Estoy de acuerdo con lo expuesto por el autor, cuyo objetivo de su postulado radica, en que todos los Estados están obligados a adoptar medidas para sobrevivir, pues esa es una de las máximas tareas de un Estado y Qatar es un país que ha sabido manejar sus relaciones internacionales de forma extremadamente estratégica, pues tiene aliados en los dos bloques más poderosos. Por un lado, Estado Unidos e Inglaterra y por el otro China, Rusia e Irán. Por consiguiente, Baabood ofrece un análisis sobre Qatar, destacando las estrategias de resiliencia a nivel estatal y social, que esta nación ha utilizado para sobrevivir, mientras que Urrutia revisa las principales y frustradas propuestas de paz que se han presentado en las últimas dos décadas en el marco de la disputa entre palestinos e israelíes. Tras dibujar este recorrido, el documento también aborda el escenario que ha comenzado a configurarse en 2011, a partir de una serie de acontecimientos que pueden incidir en el curso del conflicto.

Procesos de paz e injerencia imperial
     En la tercera parte del ensayo he abordado el tema de las causas y consecuencias de los conflictos armados que han estallado en África y Medio Oriente en los últimos años y el discurso que hay detrás de las llamadas intervenciones humanitarias. En esta última parte del ensayo me propongo abordar el tema concerniente a procesos de paz y los discursos que se elaboran para construirla.
     El planeta atraviesa sangrientos conflictos en diferentes regiones, como el de Siria, Yemen, Colombia o Venezuela. Lamentablemente muchos de estos conflictos no son resueltos de manera concertada por medio del diálogo y salidas políticas. Pero no siempre los acuerdos de paz resuelven las problemáticas de un conflicto interno o internacional, debido a que en algunas ocasiones los acuerdos no se cumplen, o no involucran a múltiples sectores, o si los involucran se hacen con intereses amañados para favorecer intereses de países más poderosos o multinacionales que solo desean que se reduzca el conflicto para proseguir con sus proyectos de extracción de recursos minero-energéticos y otros. Al respecto Chandler (2017) desde una mirada de la teoría crítica señala que “la construcción de paz internacional fue crítica, sobre la base que reflejaba los valores hegemónicos, políticos, económicos y geoestratégicos de las necesidades de los Estados occidentales”. (p.24).
     Estoy de acuerdo con Chandler y encuentro bastante apropiado su argumento, cuyo propósito se centra en desenmascarar los intereses de algunas potencias occidentales cuando abogan por procesos de paz. Llama poderosamente la atención que en algunas ocasiones Estados Unidos propone intervenir militarmente algunos Estados, como se hizo con Afganistán o Irak, ahora lo planean en Venezuela, pero en otros casos deciden avanzar en diálogos de paz. Según sus intereses, Estados Unidos decide cuando dialogar con “terroristas” y cuando no. 
     Paris y Sisk (2011) desde una óptica postcolonial y con énfasis en los estudios de centro y periferia, hacen un análisis crítico y riguroso sobre el papel de las potencias occidentales en la reconstrucción de los Estados que atraviesan por un proceso de paz, sobre el asunto señalan que:
     Los valores universales se imponen para resolver problemas locales tenciones y contradicciones, la intervención exterior se usa para fomentar el auto gobierno:  Algunos de los dilemas políticos más difíciles surgen de esta paradoja: las misiones de construcción del Estado buscan promover la autonomía nacional y el autogobierno, pero lo hacen mediante la intervención internacional. (p.8).
     Coincido con lo expuesto por los autores y encuentro que sus postulados tienen como objetivo cuestionar de forma categórica sobre el papel que asumen algunas potencias cuando cooperan en procesos de paz. Para ilustrar, cito de nuevo el caso de Colombia, nación ubicada en Suramérica, donde el 26 de septiembre de 2016 se llevó a cabo la firma oficial del acuerdo de paz entre ese Estado y la guerrilla de las Farc (Fuerzas Armadas y Revolucionarias de Colombia). Vale la pena destacar que las Farc nacieron en el año de 1964.
     Dicho acuerdo tiene sus luces y sus sombras. En primera medida porque se ha logrado reducir las muertes de soldados y de población civil, pero por otro lado el acuerdo no contó con la participación de algunas comunidades afro, indígenas y campesinas, las cuales reclamaban por un desmonte del modelo de país, el cual a la postre fue el causante de la aparición de las Farc y otros grupos guerrilleros como el Eln y el M19. Otro gran inconveniente de dicho acuerdo es que un sector de las Farc se negó a someterse al mismo y aún sigue operando en algunas regiones del país, incluso hasta en el país vecino de Ecuador, en el Pacifico suramericano.
     Dodge (2013) también desde un enfoque de la teoría crítica, hace un análisis importante sobre lo que él denomina “la construcción de la paz liberal” y señala dos casos. El primero es el de Afganistán, donde los Estados Unidos, La ONU y la OTAN decidieron intervenir para estabilizar esa nación. El segundo caso es el de Irak, donde también estuvo Estados Unidos, pero ahora acompañado de Inglaterra. Dodge describe cuatro unidades de análisis dentro de la ideología neoliberal: el individuo, el mercado, el papel del Estado y la democracia. Los cuales, para el autor desempeñan un papel clave dentro de la construcción de la paz liberal, permitiéndole identificar problemas y proponer soluciones para estabilizar las sociedades en postconflicto. El autor remarca que fueron estas cuatro unidades de análisis las que se tomaron del enfoque de la consolidación de la paz liberal y se aplicaron en Afganistán e Irak. “La aplicación de una plantilla universal a dos países muy diferentes condujo directamente a los Estados feroces pero débiles que existen hoy en día”. (p.2).

    Estoy de acuerdo con lo que expone Dodge, cuyo propósito en su enunciado es denunciar la injerencia imperialista de las potencias occidentales en su supuesta ayuda al postconflicto. Lo expuesto por el autor nos ayuda a entender que la injerencia de algunas potencias occidentales en algunos países que requieren ayuda para restablecer sus Estados, se debe principalmente a que estos países poseen algún recurso minero-energético que las potencias requieren tener sin una mayor inversión.

     Chandler (2017) en su crítica sobre la formulación de políticas occidentales en el postconflicto, reitera que tales políticas tienen un marcado esquema liberal. Es decir, una conexión con la economía de mercado, en donde no vemos proyectos concretos para ayudar a la población que ha resultado víctima de los conflictos. Entre tanto Paris y Sisk (2011), casi que en la misma línea de Chandler, resaltan el papel de la reconstrucción del Estado, como una de las acciones fundamentales del postconflicto, pero dicha reconstrucción debe ser hecha por las comunidades que habitan el Estado sin el intervencionismo de agentes externos cuyos intereses sean imponer políticas que vayan en contra de las cosmovisiones de las comunidades y el deterioro de su armonía.

Conclusión

El afán de las potencias occidentales era estatalizar el mundo, es decir llevar el modelo de Estado occidental a todos los rincones del planeta, y en gran medida lo han logrado. Pero la vida estatal en relación a dicho modelo, en algunos lugares de África, por citar un ejemplo, no ha arrojado grandes resultados. Primero debemos recordar que África no es un país y que la idea de Estado ya se había desarrollado en África mucho antes de que los europeos llevaron su modelo[2]. Hoy los países del continente africano se encuentran entre los predilectos para ser categorizados como Estados fallidos. La ONU debe adoptar prácticas coherentes en relación a lo que se determinó en su creación, es decir, garantizar la participación real y equitativa de todos los Estados que la conforman, no el monopolio que hoy conocemos, el cual no ha permito en gran medida que algunas naciones pueden ejercer una real autonomía.  



















Bibliografía

Arnson y Zartman. (2006).  Economías de guerra: la intersección de necesidad, credo y codicia. Poder y democracia. Los retos del multilateralismo: Anuario CIP Barcelona: Icaria; Centro de Investigación para la Paz. pp. 121-144.
Baabood. (2017). La estrategia de resiliencia de Qatar y sus implicaciones para las relaciones entre el Estado y la sociedad. Copyright © Istituto Affari Internazionali (IAI) and Foundation for European Progressive Studies (FEPS).
Barnett y Duvall. (2005). Power in Global Governance. Cambridge studies in International Relations. Cambridge University Press.
Boege, Brown, Clements y Nolan. (2016). ¿Qué es lo “fallido”? ¿Los Estados del Sur, o la investigación y las políticas de Occidente? Un estudio sobre órdenes políticos híbridos y los Estados emergentes.
Chandler. (2017). Peacebuilding. The twenty Year Crisis. 1997-2017. Edition Number 1.
Clapham. (2002) El desafío al Estado en un mundo globalizado.  Development and change. 33 (5) 775-795. Institute of social estudies Oxford. 
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[1] Educador Popular de la Universidad del Valle.  Investigador Social. Máster Ciencia Política Instituto de Altos Estudios Europeos de Madrid. Máster en Relaciones Internacionales y Estudios Africanos Universidad Autónoma de Madrid.  Miembro de la organización Nuevas Ciudadanías. Buenaventura, Colombia. Y miembro de la organización Raíces de la UAM.
[2] Sobre los Estados antiguos en África revisar Pre Colonial Black África de Sheihk Anta Diop.   

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